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El Pintor

Esto era una vez un famoso pintor cuya manera de pintar había alcanzado fama a nivel mundial. Las más famosas galerías se mostraban interesadas por sus trabajos y no había museo prestigioso que no contara al menos con una de sus obras. Los medios se volcaban en él. Y él se las ingeniaba para estar en aquellos lugares donde sabía que podría sacar partido mediático y económico.

Un buen día, estando en un museo, observó a una joven que frente a una de sus obras, negaba repetidamente con la cabeza.

Intrigado por aquel movimiento, le preguntó por qué hacía aquel gesto. Ella respondió que veía buena técnica, una maravillosa perspectiva, unos colores conseguidos a la perfección y las proporciones de las figuras eran equilibradas y de buen gusto, pero...

El prestigioso pintor se sintió sobrecogido. Un pero... Aquella joven tipeja tenía una pega a su magnífica ejecución.

Ella se dio cuenta por unos instantes del súbito interés despertado en el artista, que en aquellos momentos permanecía en tensión, esperando conocer sus desafiantes ideas.

-Soy seguidora de sus pinturas. Le admiro, Sr.

-Pero...

La muchacha tomó aire y lo dijo de sopetón: "Sus pinturas no tienen alma, Sr."

Ante la inesperada respuesta de ella, el pintor se mostró claramente iracundo. ¿Cómo iba a consentir que una niñata, inexperta y pretenciosa le dijera una cosa así? ¿Qué sabía ella de la vida o de almas y tonterías por el estilo cuando lo que acababa de hacer era ni más ni menos, que profanar su maravillosa obra?

Enfadado, hizo que la echaran inmediatamente de aquel lugar.

Ella no opuso resistencia, pero se empeñó en que le llegara una pequeña nota.

 

                                 Estimado Sr:

                             No quería ofenderle. Si su pintura se cotiza y su fama es grande, por algo será.

                             Pero sus cuadros no tienen alma porque usted no se la entrega a la pintura, sino

                             al público que tanto le adora. Medite si ese público tan numeroso y tan fantástico

                             se dedicará a darle la mano a Vd. en la hora de su muerte y entonces comprenderá

                             que ese alma que le falta a sus cuadros, ha ido a parar a un lugar equivocado.

 

El pintor rasgó la carta. Encolerizado, pensó que no se ocuparía ni un segundo más de las ideas extravagantes de aquella molesta joven. Sus propósitos de olvidarla parecían haberse cumplido hasta que se dispuso a dibujar en el lienzo. Del pincel salía su rostro, sus ojos, su boca...

En cada nuevo trazo ahora estaba ella. Una y otra vez, ella.

Creyó volverse loco y algunos de sus amigos más allegados así lo pensaron ya que, después de aquel incidente, no pintó cuadro alguno en el que no apareciese su esencia.

 

Reflexión: Una vez que alguien entra en tu vida, a pesar de tus deseos conscientes o inconscientes, puede resultar imposible borrar esa huella.

 

Olga Becerra Pérez

 

 

PENSEMOS

"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho".

Miguel de Cervantes Saavedra 

 

"Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros."

Adolfo Bioy Casares

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